Quiero como maestro que mis alumnos se den cuenta como la literatura transforma el mundo y lo vuelve emocionante para seguir viviendo, la gente ya no lee solo se encarga de pensar en el dinero y busca la forma de estudiar lo que más plata le dé, es posible generar una cultura más consciente.
Recuerdo muy vagamente el colegio y no me lo explico, ya que fueron muchos años allí, fue para mí un lugar más para estar con mis amigos antes de ser entendido por mí como un lugar de conocimiento, quizás asistía allí mas por salir de casa y hacer algo, ahora pienso que grande hubiera sido si hubiera sabido en ese entonces para que era importante una buena educación.
Vine a descubrir la cuenteria o me vino a fascinar a partir del momento en que entre a la universidad pues estaba cerca del parque Lourdes y allí se hacían presentaciones todas las tardes de los viernes, asistía cada que podía pues al principio me gustaba, luego me di cuenta que los cuenteros que asistían allí solo eran personas que a partir de la burla de las personas, ya sea por su género o en otro sentido, hacían reír a la gente, y esto se repetía continuamente, después de darme cuenta de esto no volví mas y perdí todo interés en la cuentearía pues me pareció duro que la gente disfrutara siendo ellos los burlados.
Muy lejano en mi pensamiento hubo una faceta donde las historias de miedo fueron muy importantes, en mi adolescencia tenía un grupo de amigos, nos gustaba sentarnos hasta muy tarde en un muro que daba al frente de mi casa, a veces las reuniones se extendían hasta la media noche y a veces mas, aprovechamos la oscuridad todo el tiempo para contar historias, buscábamos cosas que nos asustaran, al principio era estupendo pero luego acabo el repertorio y llegaron nuevas cosas a nuestras vidas y esto acabo.
Recuerdo a mi padre solía comprar el periódico de los domingos y mi hermana cada vez que lo veía llegar corría rápidamente a leer las caricaturas, yo en ese entonces no sabía leer, por lo tanto le tenía envidia pues mi padre se sentaba con ella y ambos reían, yo hacia un gran esfuerzo para demostrar que yo también entendía, fue ahí donde me preocupe muy seriamente en aprender a leer.
Con el libro la ciudad y los perros del escritor peruano Mario Vargas Llosa, en el colegio lo mandaron a leer pero jamás lo hice, mi padre lo compro y siempre estuvo hay almacenado encima de una mesa de libros, un día después de graduarme de bachiller y sin tener nada que hacer lo leí, tarde una semana para terminarlo y no podía creer que una novela me apasionara de esa manera, me pregunte por qué no lo leí antes era demasiado bueno.
Poco leí en la infancia, en la adolescencia leí solo cuando entre a la universidad, tenía 17 años desde ese momento hacia un recorrido por la lectura, empecé a trabajar y solo me importaba la plata por la situación en la que viví, seguidamente no me sentía muy bien pues sentía que algo no estaba bien quería estudiar y solo había tenido un abrebocas en la universidad, tenía que continuar pues hay encontré una luz que solo me sumergió por un instante en el conocimiento y se quedo quieto tenía que activarlo y decidí ser maestra, estoy convencida que solo por medio de la educación se siembra conciencia y podríamos dar frutos en esta sociedad tan poco letrada.
Los libros que más recuerdo son:
- Las venas abiertas de América Latina
- La ciudad y los perros
- El coronel en su laberinto
- Cien años de soledad
- Pensamientos de Blas Pascal
Historia de vida de: Mayra Rico
Aprender a leer ha sido la aventura de mi vida
Tuve la gran fortuna de ser la quinta entre siete hermanos, (por eso se que no hay quinto malo) cuando ellos empezaban yo empecé con ellos por curiosidad. Su alegría de tener cosas nuevas para aprender, colores, temperas, cuadernos y los libros, me contagiaba, yo no empecé con ellos, lo hice mucho después. Ellos me prestaban de vez en cuando alguno de sus libros, bajo muchas condiciones: no llorar si tenía que devolverlo, lavarme muy bien las manos (era una regla que se mantenía mientras el libro estaba nuevo), no rayarlo por supuesto, no arrancarle las hojas, ni pedacitos de sus hojas, no escribirle encima, no demorarse, esta era la regla mas difícil porque yo no tenía libros y pretendía que los libros de mis hermanos fueran míos también, por lo que quebrante varias veces la regla de no llorar.
Entre al colegio y el olor a nuevo sucumbía todo recuerdo adverso, yo ya sabía leer porque mis hermanos me entrenaron súper bien, es decir yo seguía las grafías, mi primera profesora fue muy dulce conmigo y con ella leímos unos cuentos que siempre terminaba así: Este cuento se ha acabado, paso por un zapatico roto pero mañana les contaremos otro. Por esa lectura diaria con ella durante casi tres años mi lectura fue fluida y comprensiva, lo que no me gustaba era escribir. Esa parte la hacíamos con una monja porque tienen muy buenas metodologías siempre decía mi madre, pero para mí no era nada placentero, lo era leer, pero escribir me dolía, mis dedos se fueron encallando así como los pasa a todos aquellos que pasan buena parte de su vida haciendo planas.
En mi casa no tuvimos muchos libros y mi mamá optaba por llevarnos a la biblioteca por eso confió que si no se hallan en las bibliotecas los temas no existen. Leer, coleccione por muchos años los folletos de las misas lo que más recuerdo de esas lecturas que hice una y otra vez es son los relatos de la gente fervorosa a quienes Dios les había hecho un milagro, mi amado tesoro de literatura no convencional me lo votaron en un diciembre cuando me mandaron de vacaciones a casa de una tía, y mi dolor por mi pequeña aunque poco ferviente devoción era porque los personajes se abrían ido sin despedirse, mis siguientes lecturas fueron revistas que podía tener como premio en la ida al odontólogo, así no fuera mi cita yo pedía una de estas. Leí en ellas a Corin Tellado, recetas de cocina, chismes faranduleros, tics de belleza, ninguno superaba las historias del Corin Tellado que Me atrapo sin más. Era más fascinante que las lecturas que había perdido.
Mi madre era una narradora excelente, fue otra manera de leer, en el campo nos decía; era como empezaba varias historias inventadas, heredadas y propias que parecían un invento, nos conto de la madre monte, la pata sola, el ánima sola, el mohán, la llorona, sus pilatunas con sus hermanos, cuando se conoció con mi papa y muchísimo más. Eran sus relatos y las radionovelas comiendo mazamorra dulce con queso y papas saladas. Mis sentidos desde esto, todo esto, el colegio, mi madre, la biblioteca tienen memoria, siempre alguna lectura la asocio con algo que puedo sentir, oler, degustar, escuchar u olfatear. El libro más importante para mí ha sido María, porque fue en reemplazo de leer la Voragine o La hojarasca a los cuales les tome mucho miedo, mi madre me regalo este libro y es de mis más grandes tesoros.